A las doce de la noche, se sienta
en su sillón, frente a la ventana.
A las doce, toma su bebida preferida.
Recoge un libro de la biblioteca, que siempre relee en la página treinta y seis.
A las doce de la noche, enciende un cigarro, mira por la ventana cómo esperando…
Doce campanadas, acompañanan a su ajado cuerpo, como las hojas ajadas del libro , que sostiene en su mano.
Se humedece el dedo mayor, y pasa las amarillentas páginas, hasta llegar a la treinta y seis.
“Es un hombre extraño, el del petit hotel”, – dicen sus vecinos -, los que viven atrás.
El espera en esa habitación despintada, en el piso cuarto de lo que fue un hotel.
Añoranzas viejas, desteñidas bajo las patas del sillón color bordó de pana.
Le tiemblan las manos, mientras acumula licor.
Lee siempre la misma frase de la página treinta y seis, las lee treinta y seis veces , con el comienzo de las doce campanadas, de su anciano reloj.
Treinta y seis, un número que guarda su corazón. Es un simple número, que lo obligó a quedarse allí, día tras día, noche tras noche, todos los años que lleva de vida, desde que el treinta y seis se impuso sobre su soberanía.
Por Maria Elena Gómez.
Cuento: La página.
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